Las provincias de Chiang Mai, Phrae y Nan se han convertido en referentes en la integración de comunidades locales, la capacitación profesional y la creación de productos turísticos de alto valor añadido. Lo que antes era una ruta cultural es hoy también un escaparate de prácticas sostenibles reconocidas internacionalmente.
Todo el país parece haber heredado la vocación de acoger y guiar. Ese espíritu de protagonismo se refleja en las estrategias nacionales que sitúan al turismo como un instrumento de inclusión y preservación.
Un ecosistema en equilibrio
En Chiang Mai y Mae Taeng, el turismo de aventura y el agroecoturismo se complementan. El rafting en los rápidos del río Mae Taeng, las rutas por la cascada Huay Sathan y las visitas al Araksa Tea Garden son experiencias que generan ingresos y cualifican a las comunidades rurales. El té orgánico, cultivado y procesado en el lugar, se ha convertido en un ejemplo de producción con certificación internacional, impulsando pequeñas cooperativas y redes de exportación ética.
La ciudad también se posiciona como un polo de economía creativa: los mercados Wua Lai Walking Street y Jing Jai Market integran cocineros, artesanos, agricultores y diseñadores, creando cadenas cortas de suministro y fomentando prácticas sostenibles en el comercio turístico. Son iniciativas que combinan autenticidad cultural, marca regional y control de calidad —y que han sido estudiadas como modelo replicable en otras provincias asiáticas.
Producción local, impacto global
En Phrae, la tradición de la madera de teca y del índigo natural se ha transformado en activos de marca. El Museo Khum Chao Luang preserva la historia e impulsa el turismo cultural, mientras que Kummee Studio y Tone Khram Phrae renuevan las técnicas artesanales con diseño contemporáneo y proyección internacional.
El municipio ha implementado programas de turismo creativo centrados en la capacitación de jóvenes emprendedores, conectando el trabajo manual con la demanda global de productos sostenibles y experiencias de origen certificado.
El futuro en red
Más al este, Nan y Pua representan la consolidación de esta estrategia. Templos históricos como el Wat Phumin y el Wat Ming Mueang sostienen el turismo cultural, mientras que negocios familiares como Hong Chao Fong Kham, Nan Riverside Art Gallery y la destilería Lao Nan transforman la hospitalidad y la gastronomía en ventajas competitivas.
El turismo de base comunitaria aquí es una política transversal: promueve la inclusión femenina, la valorización de la artesanía y la sostenibilidad ambiental.
Proyectos como Phaeo Phafai (tejido Tai Lue), Cocoa Valley (chocolate artesanal), Doi Silver (museo de la plata y joyería del pueblo Yao) y la granja Daidib Daidee (gastronomía rural y permacultura) demuestran que es posible alinear propósito y rentabilidad.
Un caso de cooperación y gobernanza
La ruta del norte tailandés fue estructurada con el apoyo del Tourism Authority of Thailand (TAT), del Designated Areas for Sustainable Tourism Administration (DASTA) y de ONG internacionales. El modelo combina infraestructura, certificación de calidad, formación y storytelling territorial. La lógica es clara: fortalecer el turismo como herramienta de desarrollo y posicionar al país como líder regional en sostenibilidad.
Esa red de cooperación es lo que atrae a las instituciones globales. Para Greg Takehara, CEO de Tourism Cares, “Tailandia ofrece al sector una visión de futuro, mostrando que comunidades, empresas y gobiernos pueden trabajar juntos para crear experiencias que transforman a las personas y preservan las culturas”. El ejecutivo destaca que las iniciativas tailandesas se alinean con la nueva agenda global de turismo responsable —una en la que el impacto social y el retorno económico avanzan de la mano.
El norte de Tailandia demuestra que la sostenibilidad no es una tendencia, sino el resultado de la planificación. Aquí, el lujo se traduce en transparencia, ética y pertenencia. Y el futuro del turismo —más humano, consciente y colaborativo— ya ha aterrizado en este territorio y ocurre en el presente.
Reportaje y foto: Mary de Aquino.