En el escenario actual, la industria aérea brasileña muestra señales claras de que necesita oxígeno para garantizar su sostenibilidad. En este inmenso país, el sector enfrenta importantes adversidades que trascienden una sola empresa, abarcando cuestiones fundamentales que afectan no sólo a las aerolíneas establecidas, sino también a aquellas que desean ingresar al mercado y a la propia población.
De 2010 a 2022, las aerolíneas en Brasil acumularon una importante pérdida de 54 mil millones de reales, con sólo tres años de beneficio neto (2010, 2017 y 2019). Según la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC), las cifras del período de enero a septiembre de 2023 indican una pérdida de 1,5 mil millones de reales. Estamos ante una realidad que requiere acciones inmediatas para revertir la situación. Y todos envían las mismas señales de alerta: costos operativos, judicialización, seguridad jurídica para las inversiones y falta de visión estratégica para un servicio público esencial en un país continental como Brasil.
Los desafíos operativos de la aviación, en particular el combustible, que representa el 40% de estos costes, han sido un factor determinante en la inviabilidad económica de las empresas. Es intrigante observar que, al fijar el precio del QAV (queroseno de aviación), la fórmula PPI se utiliza para el 100% del combustible distribuido, aunque el 92% se produce internamente en Brasil. ¿Hasta cuándo millones de brasileños seguirán siendo sacrificados por esto? ¿Por qué no analizar el problema de forma real y buscar una solución adecuada? Esta disparidad requiere un análisis en profundidad, especialmente cuando se considera el impacto directo en los costos operativos de las aerolíneas. No se trata sólo de viajes de negocios, sino que el turismo en el país tampoco logra desarrollar todo su potencial. Un país hermoso, con riquezas naturales diversas y únicas, acaba impedido de que todo esto esté a sólo un vuelo de distancia.
En 2020, la promulgación de la Ley 14.034 trajo consigo importantes medidas, incluida la introducción del artículo 251-A en el Código Aeronáutico brasileño. Esta legislación estipulaba la obligación de probar el daño moral en situaciones de incumplimiento contractual en el transporte. Sin embargo, persisten dudas sobre cuánto tiempo las decisiones judiciales dejarán de aplicar esta legislación de manera consistente. Es innegable la existencia de inseguridad jurídica en el país. En realidad, esta inestabilidad se ha convertido en un obstáculo para la entrada de nuevas empresas extranjeras en el mercado brasileño, lo que podría traer importantes inversiones e impulsar el sector aéreo. En cuanto al impacto interno, la pregunta sigue siendo: ¿hasta cuándo se culpará a las empresas nacionales de supuestos vínculos causales inexistentes, alegando "riesgo empresarial"? Responsabilizar a estas empresas de sucesos como lluvias, tormentas y cierres del espacio aéreo no tiene sentido, especialmente cuando la decisión de no volar se toma con el objetivo de preservar vidas. Algo anda mal cuando Brasil lidera el número de acciones judiciales en el mundo y una industria de "sitios web buitres" se anima a promover litigios, aunque las empresas nacionales son reconocidas entre las más puntuales del planeta. Esto va en contra de los principios básicos del derecho.
Es fundamental que el sistema judicial adopte un enfoque coherente con la Ley 14.034. Esto no sólo fortalecerá la seguridad jurídica, sino que también aliviará la carga del sistema judicial, aportando beneficios a la sociedad en su conjunto. En última instancia, se está perpetuando una injusticia que daña a la misma sociedad que busca proteger. ¿Hasta cuándo seguiremos descuidando una visión sistémica del problema a escala nacional? Hasta cuándo se entenderá que aplicar la ley sin un análisis económico y sin vislumbrar el impacto social que está provocando no será condenar a millones a la ausencia de vuelos en sus localidades.
Durante la pandemia, mientras otras naciones invirtieron en su aviación, en Brasil no hubo ayuda financiera. Y, seamos claros, nadie pedía donaciones, sino medidas de mercado que pudieran permitir la supervivencia de un sector vital para el país. Brasil necesita reconocer la importancia de la conectividad para su desarrollo. Las señales son evidentes y es imperativo tomar conciencia de la necesidad de medidas urgentes. Luchar contra los hechos no es productivo. La complejidad de la situación aumenta cada día y culpar unilateralmente a una de las partes no es justo. La pasividad puede comprometer todo el sistema, y la historia nos enseña que las medidas de último momento no siempre tienen la racionalidad que necesita un sector intensivo en capital.
Sin una infraestructura aérea sólida, el crecimiento económico y las condiciones de vida ideales se vuelven inalcanzables. Es hora de afrontar estos desafíos directamente, alejándonos del populismo y las promesas vacías, ya que la falta de apoyo al sector afecta a todos. Pagar para ver no será bueno para la sociedad brasileña. No buscamos soluciones mágicas ni una panacea, pero es hora de hacer un esfuerzo colectivo para mirar con orgullo al cielo, admirando el legado de Santos Dumont. Esto no es mera retórica, basta observar el valor atribuido por el país de los hermanos Wright, donde incluso la legislación relacionada con la recuperación judicial es más segura que la brasileña y es buscada por todos. ¿Qué le falta a este país, que tiene casi el mismo PIB que Francia, Italia, Rusia, más grande que Australia, España, entre otros, para tener la misma conectividad? ¿Vamos a pensar? ¿Por qué sólo el 0,5% de los brasileños accede al transporte aéreo? ¿Vamos a pensar?
Una industria aérea saludable es un motor esencial para el progreso. Incluso frente a las dificultades, la aviación juega un papel crucial para el turismo brasileño, contribuyendo al 7,8% del PIB que representa este sector. También juega un importante papel social, ejemplificado en el transporte gratuito de 5.820 artículos para trasplantes (órganos, tejidos, equipos y materiales, entre otros) en 2023, según datos del Centro Nacional de Trasplantes (CNT). Necesitamos trabajar juntos: gobierno, cadena productiva y empresas para superar los obstáculos, asegurando que Brasil vuele aún más alto. Se recomienda que se escuche el sonido de este motor antes de que la conectividad del país se vea comprometida de manera insostenible.