Enclavado entre las aguas cristalinas de Tahití y los vastos cielos de la Polinesia Francesa, The Brando es más que un resort. Es una idea en acción, un manifiesto en forma de isla. Desde su fundación, el resort ha tenido un propósito claro: demostrar al mundo que el lujo puede ser regenerativo, culturalmente arraigado y ambientalmente impecable.
“Todo lo que se ha concebido aquí nació de una promesa”, explica Josh Jost, director de marketing del resort. “Cuando Marlon Brando conoció a Richard Bailey, le dejó claro que no aceptaría un hotel cualquiera en Tetiaroa. Quería demostrar que el turismo podía desarrollarse en armonía con la naturaleza, la gente y la cultura del lugar. Era un ideal, y lo vivió al máximo”.
La promesa se convirtió en un pacto a largo plazo. Hoy, The Brando es uno de los resorts más galardonados del planeta, con reconocimientos como el sello LEED Platino, el título de Hotel Ecológico del Año, el puesto 47 entre los 50 mejores hoteles del mundo y la distinción de contar con una de las 100 mejores suites de la industria hotelera internacional.
La tecnología al servicio de la Tierra
Construido en una isla sin infraestructura básica, The Brando fue diseñado desde cero, y cada decisión técnica implica un compromiso con el futuro. ¿El mayor desafío? El aire acondicionado, que representa aproximadamente el 70% del consumo energético en los resorts tropicales. La solución vino de las profundidades del océano.
“Hemos implementado un sistema llamado SWAC, que utiliza agua fría extraída de una profundidad de mil metros para refrigerar las aldeas. El resultado es impresionante: un ahorro del 95 % de energía solo en aire acondicionado”, afirma Jost. El sistema se complementa con casi 5000 paneles solares, baterías de alta eficiencia y generadores alimentados con biocombustible, que cubren todo el consumo.
La gestión del agua también es impresionante: el 60 % del agua consumida proviene de la lluvia, la desalinización abastece los sanitarios y toda el agua utilizada se trata y reutiliza. Se han prohibido los plásticos de un solo uso. El vidrio se tritura y se reutiliza como arena en los caminos internos. Y los residuos orgánicos se convierten en fertilizante en 24 horas gracias a un avanzado sistema de compostaje.
Arquitectura con alma
La estética del Brando no es un desfile. Es un gesto de escucha. Inspirado en los principios de la arquitectura tradicional polinesia, el edificio evita los excesos y se integra con su entorno, utilizando materiales naturales, biodegradables y bajos en carbono.
“No queríamos un resort que llamara la atención. La belleza aquí reside en la armonía con el entorno, en la fluidez entre el interior y el exterior, en cómo las villas se esconden entre los árboles, como si siempre hubieran formado parte del paisaje”, afirma Jost. La curaduría artística prioriza los elementos sutiles, evitando convertir la cultura local en un espectáculo.
Cuando la hospitalidad es encuentro
En Tetiaroa, la cultura polinesia late de forma natural, no como una atracción turística. «No hay espectáculos coreografiados para extranjeros. Lo que se experimenta aquí es un auténtico intercambio de estilos de vida, de sabiduría transmitida de generación en generación. Es un entorno donde los propios empleados se sienten libres de ser quienes son».
Este enfoque forma parte de la filosofía de hospitalidad de The Brando, que también ha sido galardonada con los premios Harper's Bazaar al Mejor Destino Romántico y al Mejor Spa del Mundo. Pero, según Jost, el impacto va más allá de la estética o la excelencia en el servicio.
Muchos huéspedes comentan que la experiencia aquí es transformadora. El contacto con la naturaleza virgen, con la cultura viva, con la ciencia en tiempo real... todo esto reconfigura la percepción del tiempo, el consumo y la pertenencia.
Invertir en conocimiento es preservar el futuro
La Sociedad Tetiaroa, una organización sin fines de lucro asociada al complejo turístico, es una sección independiente. En colaboración con instituciones como la Universidad de California en Berkeley y la Universidad de Washington, lidera proyectos de investigación científica y conservación de vanguardia, incluyendo el monitoreo de especies como tiburones, tortugas, rayas y aves migratorias.
Además, promueve programas educativos con jóvenes de la Polinesia Francesa, acogiendo a grupos para experiencias inmersivas en la isla. «Aprenden sobre la fauna, los ciclos de la tierra y su propia historia ancestral. Reavivan el orgullo de formar parte de este patrimonio».
El conocimiento generado en el atolón tiene un impacto global. Uno de los objetivos más ambiciosos de la Sociedad Tetiaroa es restaurar completamente el ecosistema de la isla a su estado prehumano, un proyecto que ya está dando resultados tangibles, como el aumento de la biodiversidad y la regeneración de los arrecifes de coral.
Una promesa cumplida a Marlon Brando
Aunque el actor Marlon Brando falleció antes de la inauguración del resort, su presencia en el proyecto es casi mítica. Su familia sigue involucrada en el gobierno de la isla, y algunos de sus descendientes trabajan directamente en ella, ya sea como guías de pesca o guardabosques.
“La construcción se llevó a cabo en estricta conformidad con el memorando que Brando firmó con Richard Bailey. No se pasó por alto ningún detalle”, dice Josh Jost. “Quería un resort modelo. Y eso fue lo que logramos”.
Quizás el mayor lujo que ofrece The Brando no sea la suite galardonada, el spa rodeado de palmeras ni el cóctel al atardecer. El verdadero lujo aquí es la posibilidad de relajarse, de estar en silencio, de escuchar. Y, al marcharse, llevarse consigo algo más valioso que los recuerdos: una nueva forma de estar en el mundo.
Reportaje y fotografía: Mary de Aquino.